En Medio del Olvido

En Quinquén la vida es duraMediados de febrero en Quinquén. El sol pega fuerte sobre las cabezas de los comuneros. A mil metros sobre el nivel del mar, a un paso de la frontera, en medio de la cordillera, región de la Araucanía. El trabajo no cesa: construyen o reparan los galpones que albergarán al ganado en el invierno.

Es época de cosecha, el forraje, las papas y la leña se acumulan en grandes cantidades. Ya llegará marzo y empezará la recolección de piñones. En verano no hay descanso porque en invierno, con dos metros de nieve, es poco lo que se puede hacer.

En Quinquén no hay electricidad, no hay agua potable, no hay teléfono, no hay micros rurales y los caminos son de temporada, es decir, quedan inhabilitados a voluntad del clima. Si la salud falla o la urgencia impone salir del lugar, solo los radio trasmisores pueden ayudar. Pero están 18 kilómetros del pueblo más cercano y acá al menos existe un solo vehículo, viejo y desgastado de un lugareño.

La mayoría de las veces hacen los primeros kilómetros a caballo y dejan sus animales a orilla del camino por varias horas hasta que terminan sus trámites. Otras veces, cuando viajan por mas tiempo, lo hacen caminando para no dejar a los caballos tanto rato solos. Caminando se demoran hasta nueve horas cuando hay nieve.

El aislamiento tiene distintas formas a lo largo del país, pero la mayoría de las comunidades indígenas de Parinacota a Tierra del Fuego viven en las mismas condiciones. Condiciones que el domingo 27 de noviembre zozobraron en el Lago Maihue con 32 personas a bordo.

Doña Santita

«Todos hablan de esto como si fuera primera vez que ocurre. El lago ha sido siempre un motivo de peligro y problemas para nosotros. Lo que pasa es que hasta ahora nadie había querido darse cuenta», reflexiona Elsa Panguilef, vicepresidenta de la comunidad de Rupumeica. Hace diez años, un hombre se hundió con su bote a remo en el lago. Su cuerpo nunca fue encontrado. Hace cuatro, una escolar y un bebé murieron ahogados al volcarse la embarcación. Solo la niña fue enterrada.

La gente de la comunidad se dedica en su mayoría a la agricultura o la ganadería de subsistencia. La falta de un camino que conecte con otras localidades es, a juicio del presidente de la comunidad, Gastón Quinillao, una de las principales causas de la postración económica de Rupumeica. «A veces se producen excedentes en la producción agrícola, pero no es posible venderlos en otro lado, porque el flete por el lago es carísimo».

La zona es rica en madera nativa, especialmente roble, pero los comuneros no tienen como venderla. No tienen como trasladarla a los centro de comercio y tampoco les llegan compradores por la falta de camino. Excepto uno: el economista Nicolás Flaño Calderón, ex gerente general de Ferrocarriles del Estado (EFE), quien renunció a su cargo luego del accidente donde la estudiante de medicina de la UC, Daniela García, perdió sus extremidades.

Flaño es el único vecino de la comunidad y dueño del único camino que llega a ella. Según el Consejo de Todas las Tierras, comprador de Doña Santita, la embarcación hundida, “la lancha fue una solución temporal, porque el gobierno no estuvo dispuesto a presionar a Nicolás Flaño para permitir la servidumbre de paso en favor de las comunidades mapuches y en particular de Rupumeica. Además esa tierra estaba siendo reivindicada por la comunidad”.

El ex gerente de EFE no solo les negaba el paso sino que además aprovechaba su condición para pagarles una miseria por las maderas que los comuneros extraían de sus alrededores. En 1992 les pagaba treinta y cinco pesos por pulgada de madera, cuando en el mercado se pagaba 350 pesos por pulgada.

Fuerza Centrípeta

Recién en abril del próximo año estará listo el camino que beneficiará a las tres comunidades mapuches que hoy sufren la tragedia: Hueinahue, Maihue y Rupumeica y particularmente a Rupumeica Bajo. Camino que hace años se estaba pidiendo, pero que nunca se hizo por falta de interesados en la licitación.

“El gobierno debe responder por esta negligencia. No se justifica que mientras está construyendo caminos para llegar en 20 minutos de La Dehesa al Aeropuerto, no haya sido capaz de dar camino digno a solo 500 personas que viven en condiciones extremas”, reclama Jenia Jofré Canobra de la ONG Ser Indígena. Lo que esta comunidad necesita, además del camino, es un catamarán, una embarcación techada con asientos tipo bus, con chofer y un horario definido.

Los 17 niños y adultos muertos en la tragedia, al igual que los 16 sobrevivientes, subieron a la embarcación porque no les quedaba otra. Por lo menos a los escolares: era domingo y debían reintegrarse a sus internados para iniciar la semana de clases, luego de la cual volverían a abordar la embarcación, el viernes, para regresar a casa. “La gente va por necesidad, desafiando a su suerte ¿Qué haces cuando no tienes otra alternativa? Las personas tienen que ir a trabajar, a estudiar, y cuando el viaje ya se ha hecho mil veces se generan falsas confianzas hasta que no se cuestiona más la precariedad”, explica Jenia Jofré.

La fuerza centrípeta del país concentra todas las gestiones y los recursos en la capital: el 42% de la población vive en Santiago y el 70% de los recursos del Bicentenario están destinados a la Región Metropolitana.

«A veces uno cree que la civilización y la tecnología han llegado a todas partes, pero la realidad no es tan bonita», dice la directora de la escuela de Maihue con esa pausada firmeza nacida del dolor que tanto se parece a la rabia. «Ojalá los adelantos también lleguen aquí para que la gente no tenga que llevar su carga, su alimentación al hombro, trasbordando en bote, luego a caballo, en carreta, subiendo cerros», agrega Nancy de la Coste en una entrevista radial.

Francisca Araya. Es periodista y colaboradora de Ser Indígena.

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